Porque a mi Buenos Aires me encanta,
entonces,
media vida en Paris.
Ciudad Luz, que más que luz es lucecitas.
En la torre, si,
pero también en las casas que se están por ir a dormir.
El río verde que recorre la ciudad,
espiando a los vendedores de libros en sus orillas.
Señores que sentados en sillas de camping,
leen y aprenden más que en cualquier facultad.
El ruido de los tacos
que rebota en sus calles flacas,
de paredes enfrentadas y
esquinas con
forma de poesía.
Rayuela por donde mires,
aire de mayo en Saint Germain,
y una eterna revolución intelectual perdida entre cafés.
Esos chiquitos,
con mesas de vereda que miran a la gente
pasar, pasear.
Esos como los del barrio,
pero más no se qué.
Esos que
me permiten
volver,
pero sin volver.
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