4.27.2013

pabellón II


Te juro que yo la amaba Arturo. No, no era tan solo sus tetas, ni su boca transparente. Sus ojos que hablaban solos, decían mucho. Pero ni su forma adormecedora de hacer caricias, ni su llamado religioso de las nueve de la mañana…O  bueno quizás sí, sí era. Todo esto junto y su torta de manzana, claro.

Pero de noche…de noche se convertía . Te juro Arturo. ¿Alguna vez viste los bichitos contra la luz? ¿Las hormigas llevando un peso imposible?. Bueno así. Gritos hasta la luna, olor a miel. A miel podrida, Arturo. Y ese gestito. Ay ese gestito con las manitos para arriba y para abajo, me sacaba te juro.

Y entonces,  el  lunes… ¿viste? Vos sabés que yo soy incapaz…nunca podría…pero ni una mosca eh.

Era de noche, los grillos del patio retumbaban cuan parlante de boliche. La vecina viendo la novela para que la escuche todo Almagro, y los hijos de Pepe...los hijos de Pepe gritando hasta quedarse afónicos. ¡Pero que cosa che! Esos pibes no tienen límite. Bueno con la madre que tienen, qué puede uno esperar.

Bueno y ella estaba ahí, en la cama. Llegó cansada, que las clientas, que la tijera, que los nuevos colores… rogaba una siesta ¿y que iba a ser yo? ¡Le dije que si! Que yo cocinaba. El agua que se me hervía, el pfiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, la pava insolente. Y yo con el cuchillo en la mano, cortando una aceituna rebelde. Casi que me corto yo.

La aceituna,
los nenes,
la pava,

los grillos.
Y la reputa que te parió, Arturo.

-          ¿Adriana?... ¿Adrianaa? ¿?Adrianaaa???  ¡Despertate!
Y nada che…
Me asomo al cuarto, viste, como quien no quiere la cosa y la muy turra durmiendo.  
Y yo, con el cuchillo en la mano.
Lo pensé eh. Varias veces eh, te juro.
Pero ¿viste lo que hablamos el otro día en el bar? El tema del wiski... que uno empieza, de a traguitos, tranquilo, pero después no podes parar.
Bueno, me voy por las ramas Arturo.
El tema es que fui y se las corté.

 
Creo que ya no va a poder hacer más ese gestito.

D I S T A N C I A


Caminábamos como soldados en el patio de la escuela.  A veces jugábamos con mi compañera de adelante a hacernos cosquillas. Nos aburría y nos parecía extraño, hasta gracioso, que nos ordenen como animales, éramos tan solo niños.  Pero la maestra  se enojaba de nuestra risa, y ahí nos quedábamos, quietecitas y en silencio. Todavía creía en la autoridad y en sus gritos.

Caminábamos como soldados en el patio de la escuela. Era época de disfrutar la navidad, no tanto por el vitel toné , sino por la ansiedad casi insoportable que comenzaba con la llegada del primer invitado y se calmaba recién con la apertura del primer paquete.

Caminábamos como soldados en el patio de la escuela. Teniendo miedo  a la rejilla de la bañadera, después de ver esa película, una y mil veces mas,  aunque me diera tanto miedo. Y los ladrones entrando a mi cuarto en medio de la noche (ese todavía lo conservo). Ah, y a las muñecas de porcelana, sentadas en la repisa de enfrente de mi cama.

Caminábamos como soldados en el patio de la escuela. Sin saber que los padres no eran tan increíbles como después descubriríamos; ignorando las desaventuras pasadas de nuestro país  y pensando que el Pumper Nick alcanzaría la eternidad.  

Caminábamos como soldados en el patio de la escuela, sin entender tantas cosas... Pero sabiendo que caminar como soldados en la escuela era algo extraño. Hasta gracioso.

yo también

"Escribo para liberarme de mi misma"

Clarice Lispector, "La hora de la estrella"

4.12.2013

pinceladas cotidianas



De tanto verlo dibujar y pintar, aprendí. Poco. 
Me prestó las palabras que en mi pintura no están

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para que sepas, y leas, y veas y sientas