10.11.2012

Café Le Téméraire

Dieciséis horas de un octubre que no se anima al frío; en Paris: un café. De esos de esquina, con mesas en la vereda y  sillas mirando más afuera que adentro.

Una chica toma café. Lo termina y se levanta. Lleva una pollera larga hasta los tobillos que permite ver que usa borsegos. Trenza y remera de flores, intenta irse, pero el mozo le dice que tiene que pagar. Ella lo mira y le dice :  si quiere puede llamar a la policía.
Y con esa frase, se va.

En una mesa, el primero: vamos a ponerle J. J tiene los pelos despeinados, largos hasta los hombros. Una mandíbula que dibuja una sonrisa gigante y dientuda. Lee en una mesa un libro de Fernando Pessoa, porque tiene ganas, sí, pero también porque lo hace sentir mas interesante. Viste un saco beige, entre moderno y antiguo, que le da un look intelectual.

En frente, pero en el mismo café, el segundo: P. 
P no lee, P solo toma té, fuma y mira con ojos grandes y de manera fija, a todo y a todos.
Se levanta y lentamente, pero con decisión, se acerca a la mesa de J.

P: ¿Vos… sos italiano?
J: Sí, ¿vos también?
P: Claro, ¿me puedo sentar?

Y antes de terminar la frase, la mudanza estaba hecha.

Como buenos italianos en pocos minutos se convirtieron en viejos amigos. Hablaron de sus lugares de referencia y sus respectivas profesiones: J es de Torino y es ingeniero -cosa que ya no le agrada- P, de Roma y es músico. Comentaron sobre sus casas prestadas en Paris,  sobre el asma de P y el trabajo de J.

Muy cerquita de su mesa, otra. “Los miércoles es así”, dijo el mozo, cuando intentaron separarlas. Sentada había una pareja, los dos escribían, no se hablaban. A J y a P esta situación les llamo la atención.  Se rieron de la probable poca comunicación entre él y ella.

Todos esperaban, el ambiente estaba cargado, de nervios y  ansiedad. En pocos momentos estaba por llegar Jodorowsky, quien no satisfecho con su carrera de escritor , director teatral, director de cine, guionista de cine, actor, mimo, marionetista, compositor de bandas sonoras, escultor, pintor y escenógrafo guionista de cómics, dibujante, psicoterapeuta y psicomago,
decide sentarse todos los miércoles del mes en ese café y leer las cartas de tarot a los posibles interesados. Y todo esto, gratis.

Pero ella no sólo escribe. De repente saca un lápiz y comienza a hacer un dibujo de otro de los comensales del café. Piensa que puede utilizarlo para su próxima historieta.

El hombre se acerca a la chica, le dice algo en francés que ella no logra entender. Lo repite en inglés, sin éxito, pero todos escuchan que es su cumpleaños, que él le pide ese dibujo a cambio de unos masajes. Hacer masajes es su trabajo y le ofrece una sesión gratuita si le regala su diseño. Ella lo piensa, pero mira la cara  de su pareja y se decide por no realizar el trueque.

Mientras tanto, un viejo se acerca al novio. Le dice cosas, muchas cosas. Algo sobre sus anteojos y los químicos. El novio no entiende, y los mozos, con cara de: "otra vez vos",  lo echan a la calle.

P le cuenta a J que él vino de Roma a Paris para tener ese encuentro con aquel famoso tarotista.  Lo admira y esta dispuesto a estirar su estadía hasta poder hablar con él. Pero de repente el mozo anuncia que hoy no viene el famoso, sino aquel italiano, su discípulo.

P mira decepcionado y le dice bajito a J que el miércoles que viene va a volver. Va a volver hasta conseguirlo.

Ya son las 5, y por fin, el sorteo. Todos escriben sus nombres en papeles, pero solo veintidós van a ser seleccionados. Veintidós,  como la cantidad de arcanos del tarot.

J sale sorteado, en el número 8. El don discípulo llega, vestido de negro en combinación con sus antejos, su bolso y zapatos. Sí, es italiano, su pinta lo confirma, y  viene acompañado de otros tres seres extraños.

Entre cafés y cigarrillos van pasando los números, las personas, las preguntas. El 7 es de una chica de unos veinte años, es española, pero cuenta con una amiga que hace las veces de su traductora. Pregunta algo sobre una foto del Facebook. J esta atento a la situación, pero no logra escuchar bien porque esta lejos. El tarotista le recomiendo una “acto psicomagico” , que incluye sobres, manos de maniquíes y fotos. Ella se va llorando.

-       El siguiente: número ocho

J se levanta  entre temeroso y decido, pregunta en vos bajita.
Tira las cartas, escucha atento las respuestas. Y se va.

Es el turno de P , lo saluda: - Hasta el miércoles que viene, entonces
J: no, por las dudas no me esperes.





Yo insisto en querer escribir ficción.
Sin embargo la realidad es siempre más interesante.

No hay comentarios:

Datos personales

Argentina
para que sepas, y leas, y veas y sientas

Archivo del blog