Una vez
terminado el largo día del dos de octubre, por fin llegaba la noche. Ya en la cama, cerraba bien fuerte los
ojos pensando que así me podía dormir más rápido. Sabía que una vez que lo lograba,
las horas de la noche pasaban como segundos.
Al despertarme ya era mi cumpleaños.
Al despertarme ya era mi cumpleaños.
Aún hoy, a veces en las noches tristes, sigo cerrando bien fuerte los ojos.
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