Pálido
su pie se desliza
anunciando
sus vísceras enfermas
de tanto gritar.
Camina expectante
y atrapa
el abrazo
que
con su abundante filo
entrecorta
su
respiro
hasta
alcanzar
el dolor .
Huele
a carne fresca,
sedienta
de un crepúsculo
de
piedras multiplicadas
y
horizonte nevado.
Otra
vez la cacería
que
sin ser salvaje
arrasa,
predeterminada,
con
la sucia humedad.
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