5.28.2009

espectador, me siento tan

5.23.2009

deshidratada

Respecto a este tema manejo dos causas posibles: o lo heredé de alguien, probablemente de madre o es algo que fui construyendo durante veintidós años sin darme cuenta, pero me pasa que no puedo callar. Siempre tengo como esa necesidad de poner en palabras mi opinión y no me alcanza con el silencio aunque sé que a veces el silencio dice más que mil palabras. En general, no me importa el ámbito y creo que, dentro de todo, sé elegir las palabras, el tono, las formas con las que voy a manifestar lo que pienso para sonar más emotiva, más “polite”, más seria, más enojada dependiendo de la situación y el contexto. Y debo reconocer que me gusta ser así, que prefiero decir antes que callar, que me gusta poder hablar y que el ámbito no “me achique” si sé lo que quiero decir.
Pero a veces pasa algo que provoca que toda esa madurez puesta en palabras se disuelva en un mar de confusión e inestabilidad: un duende se atraviesa en mi garganta y ya no puedo hablar más. Hay un duende que vive en mi interior y me quita las palabras justo en el momento que estoy diciendo lo que más me duele, lo qué más me afecta, lo que más me mueve o conmueve. Y lo venía diciendo bien, como una mujer adulta. Pero no, cuando la idea comienza a tomar sentido y las palabras conforman un todo, cuando voy a pronunciar la última oración que cierra mi idea aparece él, atravesado en mi garganta y ya no puedo pronunciar nada. Llorar es la única alternativa y no hay forma de resistirlo. Lo odio. Odio ser así. Detesto llorar como si tuviera cinco años porque siento que mis palabras pierden peso, porque sé que hay personas que no tienen por qué verme llorar, porque sé que hay lugares en lo que simplemente no da ponerse a llorar… y no son cuatro lágrimas. No, lloro como si tuviera cinco años y me hubieran robado un juguete. Me angustio, me angustio mucho, me siento chiquita y sola en un mundo de grandes y al que me mira sin saber qué hacer le digo que no me de bola, que lloro de nada pero que estoy bien, que no sé lo que me pasa. Pero no es así. Yo sé… yo sé muy bien cuándo y por qué lloro. Yo sé las palabras que no puedo pronunciar, yo sé cuáles son las palabras que despiertan al duende que vive adentro mío, que lo despiertan y hacen que camine hasta mi garganta, regulando el ritmo y llegando justo a tiempo para callarme y ahogarme en un mar de lágrimas.
Y es horrible, es angustiante no poder contar lo que, justamente, me angustia.
Es horrible no poder decir las palabras que sé me van a empujar a un mar nuevo, con agua de otro color.

5.16.2009

obsesiones


últimamente pienso mucho en el mar
y en agua, así en general.
pero principalemente en el mar. y es tan linda la sensación...




5.14.2009

distorsiones I

Entonces pasó lo que tanto temía que pasara y no hubo vuelta atrás. Cuando me di cuenta ya era tarde, ya había avanzado lo suficiente y no podía retroceder. Me pasó que de tanto preguntar por el origen y los motivos de las cosas cotidianas empecé a preguntarme por mi origen y mis motivaciones. Me cuesta establecer el momento exacto en que comencé a practicar este ejercicio, sin embargo, podría decir que en determinados períodos los interrogantes se presentaron con más énfasis generando fuertes distorsiones en mí, las cuales fueron más o menos violentas dependiendo también de variables externas. Estas distorsiones trajeron como consecuencia diversas conductas, diversos estados, diversas interpretaciones, pero todos estos efectos se presentaron con una característica común: las externalización. Externalización que se hacía evidente a través de diversos indicadores dependiendo el origen del conflicto. Estos indicadores pueden ser agrupados en tres grupos: indicadores emocionales, indicadores artísticos, indicadores banales. A continuación y para que al lector le sea más sencilla la interpretación, enumeraré algunos ejemplos de dichos tipos de indicadores.
Emocionales: llanto, conversaciones, risas, puteadas, preguntas, palabras.
Artísticos: fotos, textos, un blog, un dibujo, la letra de una canción, el armado de un laboratorio de fotografía.
Banales: cortes de pelo, borracheras, salidas con hombres que no valen la pena, compra de accesorios diversos (pulseras, collares, flores para el pelo, aros).
Muy bien, una vez distinguidos estos indicadores o conductas en las cuales podemos encontrar la externalización de una distorsión estoy en condiciones de explicarles mi situación actual, la cual llamaré: CALP sigla utilizada para hacer referencia a una “Crisis Académica Laboral y Profesional”. En determinadas oportunidades, usaré el término CALPA, el mismo se referirá a una “Crisis Académica Laboral, Profesional y Amorosa”, se entiende que el grado en que varíe el último factor, el amor, tiende a ser el que define la intensidad de la distorsión presente. A fin de quitarle cursilerías al asunto dicho factor será denominado simplemente “cuarto factor”.
Actualmente me encuentro atravesando una CALP, la cual es más aguda los domingos por la tarde, los lunes por la mañana, los miércoles a las ocho menos cuarto de la noche cuando sigo trabajando, los martes a las veintitrés horas volviendo de la facultad e incluso los viernes o sábados a altas horas cuando el celular genera la aparición del cuarto factor, lo que produce una CALPA.
Se preguntarán cual es la solución que propongo. Pues bien, aún no poseo tal respuesta, mis breves e iniciales estudios sobre este fenómeno sólo me permiten establecer un mecanismo de defensa poco académico pero muy eficaz que, como un consejo, citaré a continuación: No reprima sus ganas, haga lo que le “ pinte” si quiere hablar, hable y en este sentido también vale “boquear”… nadie es quien para juzgarlo si después se” come los mocos” y si usted siente que sus sentimientos se le “vienen al humo” no tema, respire hondo y piense que en la vida hay que pasar por infinitas circunstancias para poder encontrar lo que nos hace “ser contentos”.

Continuará…


Nota al pie:
“Pinte”: Hacer lo que pinte hace referencia a actuar y expresar con libertad sin buscar los motivos y las respuestas.
“Boquear”: Decir aquello que luego no se ve reflejado en sus acciones.
“Comerse los mocos”: Asustarse.
“Venirse al humo”: Es aquello que ocurre cuando ante una determinada expresión, un número considerable de sentimientos, personas, sujetos u objetos se vuelven en su contra.
“Ser contentos”: es como ser feliz pero más simple, más de todos los días.




5.10.2009

historia máxima

(y es que las mínimas ya las escribí)

-Agarra tus zapatitos que nos vamos
Le dijo él con un tono decisivo, luego de unos besos etílicos en un ascensor.
Claro que ella no le hizo caso

El es algo chueco y le gusta usar bufandas
Ella es vecina de su vecina y le gusta que a él le guste usar bufandas.

Venían de un viaje, con diferentes destinos por su puesto,
pero volvían con un mismo objetivo:
No enamorar
Se
Y lo lograron
-por un tiempo-

Los dos traían mochilas cargadas de relaciones presentesperopasadas
El en duelo y ella en carnaval.

Mili me dijo una vez que “si quiero hacer reír a Dios, le cuente mis planes”. Y eso hicimos…


Creo que Dios aún esta tosiendo.



5.06.2009

Dear Lu:
Me voy por unos dias a renovar aires (eideas)
Te dejo encargada del blog. Se que lo haces muy bien.
Cualquier cosa estoy en España.


xxxx


m*

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Argentina
para que sepas, y leas, y veas y sientas